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Todo el que se enfrenta a una autobiografía de una estrella del Rock sabe que el principio y el final del libro van a ser un tostón infumable, totalmente prescindible. Es un peaje que hay que pagar. Algo parecido a esto:
Primera parte del libro: “Infancia feliz, la profe de mates me tenía manía, mi amigo Billy tenía una cochambrosa guitarra que sólo tenía tres cuerdas y juntos aprendimos a tocar, mis papás al fin me compraron la bici que tanto anhelaba…. “. Bostezos.
Parte final del libro: “Se acabó mi época gloriosa en esa-banda-de-la-que-usted-me-habla pero ahora soy feliz. Mi séptimo matrimonio sí que es el bueno, amo a Mandy como nunca amé a nadie antes. Ahora soy vegano y practico yoga en vez de beberme el Mississippi y esnifar todo lo que pillo. Mi último disco, en solitario, es lo mejor que he hecho aunque lo hayan comprado tres personas...”. Bostezos y vergüenza ajena.
En la parte central del libro está la chicha. El rock'n'roll.
Si algo hay que agradecer a Steve Gorman es que su libro es justo lo opuesto a lo que he descrito, nos da exactamente lo que queremos. En la página 2 del libro conoce a Chris Robinson. En la penúltima página abandona definitivamente los Black Crowes. No sobra absolutamente nada.
Se trata de un libro maravilloso, en el que Steve Gorman (el batería) nos habla muy poco de su vida (gracias, Steve) y se limita en relatarnos, paso a paso, toda la historia de la mítica banda.
Y sí, Gorman nos cuenta mucha mierda sobre los hermanos Robinson, que (spoiler alert) están como una puta cabra. La historia de los Crowes no deja de ser una autodestructiva batalla de egos entre los dos hermanos, que se dedican una y otra vez a autosabotear cualquier posibilidad de ser felices. Cada vez que Steve Gorman nos describe una situación en la que el grupo acaricia el éxito con la punta de los dedos, sabemos que a continuación uno de los hermanos (o ambos) van a protagonizar un momento “Pier Nodoyuna” y la van a liar de forma inexorable.
Delirante, por ejemplo, cómo la cagan con Jimmy Page, que les había vuelto a poner en el mapa llevándoles como banda de acompañamiento a finales de los 90 y comienzos de siglo.
Dos personalidades muy diferentes, los hermanos Robinson, que no tienen nada en común salvo un altísimo concepto de su propia persona y un amor desmesurado por el vil metal. Otro spoiler que tampoco os esperabais.
En resumen, un libro imprescindible que nos invita a recuperar su magnífica discografía. Una discografía que, independientemente del número de ventas de cada álbum, no tiene ningún tropezón a nivel artístico. Me atrevería a decir que sus discos han ganado con el paso del tiempo y que según avanzan los años van escalando posiciones en un hipotético ranking de clásicos noventeros.
Crítica por Ander DeBridge
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Libros